Recuerdo las tardes de los fines de semana de mi infancia viendo clásicos del cine en casa. En aquella salita o en el comedor, estábamos, como mínimo, mis padres, alguno de mis abuelos y servidor. Mi hermana probablemente enredando, pero allí estábamos, muy familiares como somos nosotros. La poca variedad de canales hacía que abundaran los clásicos y las repeticiones. Para los más jóvenes, imaginad que en lugar de reponer Ghost todas las navidades se repitiera cada trimestre. A lo mejor me he quedado corto, porque suele suceder ;). Algo así sucedía con Lo que el viento se llevó, por poner un ejemplo. El cine de sobremesa estaba lleno de películas de John Wayne, cine del oeste, cine bélico, sobre todo el referido a la Segunda Guerra Mundial. La plaga de películas de suspense, estilo Antena 3, o nórdicas, estilo TVE, aún no había asolado las parrillas de los canales gratuitos. Entre todas aquellas películas que 25 o 30 años después recuerdo con cariño, la de “Tengo que mover ese dedo” de John Wayne siempre me gustó. Y de eso va hoy este texto, de que tienes que mover ese dedo.
En 1957 John Ford dirigió a John Wayne en Escrito bajo el sol (The Wings of Eagles), una de esas películas que recuerdo haber visto al menos un par de veces en aquella infancia llena de clásicos. A medida que escribía esta entrada me entraron unas irrefrenables ganas de verla y comentarla. Pero como no se trata de una entrada de Los Mundos de Josete, sino que esto va de entender de qué va la vida y de qué va emprender y currar cada vez mejor, hoy vengo a hablaros de una de las escenas más míticas y las derivadas que de ella se desprenden para mí.

Voy a hacer un poco de spoiler, ya que desde 1957 habéis tenido tiempo de sobra para ver la película, que está basada en hechos reales. Tras padecer un accidente doméstico, el personaje interpretado por John Wayne, un piloto americano que vive completamente entregado a la marina, se rompe la columna vertebral. Aquel personaje, harto de autocompasión, tiene muy mal genio y no asume sus nuevas limitaciones. La irrupción de un fisioterapeuta nada ortodoxo hará que nuestro protagonista cambie de actitud, comenzando, curiosamente, por un dedo. Ese es el puñetero recuerdo que tengo de esa película. Un John Wayne malhumorado va cediendo poco a poco a los métodos de su antiguo compañero de batallas y a la postre fisioterapeuta, que hace que el propio enfermo cante, a ritmo de ukelele, «Tengo que mover ese dedo, tengo que mover ese dedo».
El cine entonces era fácil y acababa bien, y John Wayne movía el dedo y cambiaba de actitud. Desde ahí comenzó su nueva vida como escritor, e incluso guionista en Hollywood. Tras el bombardeo de Pearl Harbour por los japoneses, es enviado al pacífico como supervisor de un nuevo y revolucionario prototipo de portaaviones. Su extraordinaria fuerza de voluntad hace que poco a poco se vaya recuperando de su lesión. Recomiendo verla a todo el mundo, es un rato agradable del mejor cine clásico. Os dejo el trailer. Pero no, hoy no hemos venido a hablar de cine.
Tengo que mover ese dedo.
Esta película podría ser un magnífico ejemplo para quien quiera entenderla. Lejos de caer en tópicos de vendehumos, es muy interesante ver cómo a veces nuestra actitud lo condiciona todo. No voy a ser el típico charlatán vendehumos que os diga que la actitud lo es todo porque es falso. Cuando la vida es difícil, muy difícil o una mierda, con perdón, la actitud no lo es todo.
Pero lo cierto es que llevo en fase contemplativa, haciendo un símil con la deshabituación tabáquica meses, años incluso. Viendo como gente, alguna con mucho mérito otros con mucha cara, han iniciado una trayectoria que bien me hace reir, bien me hace pensar “eso lo podría hacer yo”. ¿Te sientes identificado? ¿Te ha sucedido alguna vez? Estoy seguro de que sí.
Aunque evidentemente todo no se puede hacer, en mi caso hago demasiadas cosas aunque no las comunique (pero ese es tema para otra entrada), lo más importante aquí es comenzar a hacer. Como lo más importante para Frank W. ‘Spig’ Wead fue mover aquel puñetero dedo. Da igual si tienes que cantar, da igual si tienes que bailar, da igual si tienes que poner tu vida patas arriba. Lo importante es que muevas el dedo: para caminar, para escribir, para llamar, para girar y cambiar el rumbo de cualquier cosa, o para emprender un nuevo camino o negocio, siempre habrá que mover el primer dedo.
¿A qué esperas para empezar?
Y lo dice alguien que está aprendiendo a fuerza de cometer errores. Estoy enfrascado en acabar la nueva web de Qualitatis. Algún día os contaré todo lo aprendido, porque es curioso cómo el ser humano se cree un superhombre y cómo, además, es capaz de perderse en detalles y nimiedades en lugar de apostar por productos mínimos viables. Hay que entender, y hablaré de ello en otra entrada, que nuestros proyectos son como somos nosotros mismos en nuestra existencia, imperfectos, y debemos tratar de ir puliendo y mejorando las versiones. Algo así como hace Microsoft con Windows, que a veces saca versiones nuevas peores que las anteriores, pero no deja de sacar versiones.
Motivos para no mover ese dedo.
Han sucedido muchísimas cosas en los últimos 5 años y pico. Algunas de tanta intensidad que acabaron por cambiar la persona que era. Y muchas de esas cosas provocaron que se fuera aquel chaval abierto que compartía sus anhelos e investigaciones.
Ahora os escribe un hombre que lucha por mantener dos negocios, hacer crecer una nueva pata de uno de ellos y que quiere dar estabilidad a ambos para poder seguir emprendiendo y creando otros negocios. Porque el emprendedor nunca deja de tener nuevas ideas.
Pero hubo muchos factores que lo pusieron todo patas arriba. Volviendo al símil de tienes que mover ese dedo y Escrito bajo el sol, 5 son los motivos para no moverlo:
- Miedo. Miedo, tremendo en algunos casos, al qué dirán, a que te tomen por uno más, al avance vertiginoso de los tiempos.
- Inseguridad. Muy al hilo de lo anteriormente comentado, ¿estoy lo suficientemente preparado para contar todo esto? El llamado síndrome del impostor al acecho.
- Perfeccionismo. Uno de los mayores enemigos de cualquier emprendedor. De esto podría escribir una tesis.
- Soledad. Porque emprender solo es demasiado cuesta arriba. Lección aprendida, pero que también dará para, al menos, una entrada.
- Falta de concentración en lo importante. Llámale objeto reluciente, llámale no poner el foco en lo que toca. Pero es muy difícil aislarse ante tanto ruido. También hablaremos de ello en un futuro.
Motivos para mover ese dedo.
Si algo he aprendido es que en esta vida no hay un día que vuelva. Algún día, quizás hable de todo aquello. Pero sí podría decir que mover el dedo, ese primer movimiento, hay que darlo. Por muchos motivos, pero fundamentalmente por estos:
- Sólo tenemos una vida. Y te aseguro que las segundas oportunidades no siempre aparecen, más bien todo lo contrario.
- Si no lo haces tú lo hará otro. Y aunque sea una tontería pensar en los demás, verás que pasan ideas que tú tuviste pero que no llevaste a cabo por no mover ese primer dedo.
- Equivocarse ayuda a aprender. Aunque a veces tropecemos dos y tres y 33 veces en la misma piedra. Aprenderás, algún día.
- La satisfacción de haberlo intentado. Seamos catastrofistas: saldrá fatal, será la ruina, te irá como el culo, pero tendrás la satisfacción de haberlo intentado.
- Sólo es un dedo. Si sólo es un dedo, ¿Qué puede pasar?
Tienes que mover ese dedo, y debería ser ya.
Las ideas hay que madurarlas, no dejar que se pudran. A veces tendemos a crear listas, almacenar recursos, y todo ello para qué: para no leer, para no cumplir. ¿Qué sacamos en claro? ¿A qué esperas? Comienza, anda, muévete, actúa. Porque tienes que mover ese dedo.
Busca tus resortes, encuentra tus puntales, personales, familiares, de la índole que sean. Crea amistades y relaciones con las que puedas hablar de ello. Para escribir esto, para comenzar este enésimo intento de volver a darle ritmo a este blog, para compartir estas palabras, como primer texto con vosotros, he tenido que pasar un proceso. El proceso para mover ese dedo pasa por tener el apoyo de esa gente, y en creer que se puede. Evidentemente no siempre se trata de eso, pero también tengo claro que sin la primera palabra no habría un texto, y me da igual el SEO, cómo posicione este texto en google, etc. Lo importante es que se mueva ese dedo.
El proceso será duro y largo, pero aquí está esta entrada, por fin terminada. Falta afinar los detalles del nuevo blog, pero hay un dedo que se movió. Muchos otros escritos quedaron inconclusos, pero por fin, qué puñetera liberación, he logrado que, moviendo un dedo que no movía hace muchos meses, haya un texto de nuevo en este blog.
Eres un crack. Me encanta como escribes y deseo que tus proyectos se transformen en realidades.
Me identifico sobre todo con la dificultad de aislarse del ruido y poner el foco en lo importante.
Feliz 2020 y un abrazo
Muchas gracias por tu comentario, Otón.
Respecto a lo que comentas de aislarse del ruido y poner el foco en lo importante, «estamos trabajando en ello», que decía aquel. Poniendo medidas, ya lo contaré.
Feliz 2020.
Un abrazo.