La vecina que sabía demasiado.

tablet-blister-2-1307761-mEn 1956 Alfred Hitchcock estrenaba la exitosa película “El hombre que sabía demasiado”, con James Stewart, en el célebre papel del doctor Ben MacKenna, y Doris Day como protagonistas. Han pasado casi 50 años del estreno de esta fantástica película y los sanitarios observamos día tras día una especie de remake que podríamos titular “La vecina (o el vecino) que sabía demasiado”.
Hoy nos decidimos a contar esta reflexión por algo sucedido hace 15 días en la farmacia. La hermana de una paciente operada de cataratas acude al alta hospitalaria a la farmacia para retirar la medicación de la paciente. Desde el servicio de oftalmología se le había prescrito Dicloabak (diclofenaco), Vigamox (moxifloxacino) y Azydrop (azitromicina), todos ellos en gotas oftálmicas. El primero es antiinflamatorio y los otros dos antibióticos. Al darme la hoja de tratamiento la hermana me saca una caja de gotas de Colircusi ciclopléjico (ciclopentolato) y me dice “La vecina le ha dado esto, que no está abierto, porque le sobró de cuando operaron a su hijo de la vista, por si sirve que no se gaste el dinero”.
Resulta que el Colircusi ciclopéjico es un fármaco indicado para la midriasis de examen: procedimientos diagnósticos en los que se requiera midriasis (Dilatación de la pupila que puede ser por una respuesta fisiológica normal o patológica) y ciclopejia (Parálisis del músculo ciliar del ojo que interfiere en la acomodación; midriasis paralítica). Ninguno de los tres medicamentos prescritos por el médico tenía un efecto similar, ni de lejos. Como podéis imaginar, aunque, como servidor, no tengáis mucha idea de oftalmología, este medicamento no iba a causarle ningún beneficio. En este momento del proceso de dispensación el farmacéutico activa todas sus alarmas y tiene que explicar a la persona que acude a retirar la medicación, en este caso la hermana, que no, que el Colircusi ciclopléjico no tiene efectos similares a ninguno de los tres y que aunque los tuviera, al no ser el mismo fármaco no se podía cambiar la prescripción facultativa.
Analizando a posteriori lo ocurrido, haciendo el ejercicio de darle al pause en la reproducción de la situación, me planteé 4 escenarios posibles:
a) La paciente no consulta, hace caso a la recomendación de la vecina que sabía demasiado, piensa en ahorrarse unas perrillas y se administra el colircusi ciclopéjico. Imaginemos el supuesto A. La señora, sin decirle nada a su hermana ni a nadie, piensa en la economía y en que su vecina intenta ayudarle (algo que nadie pone en duda). Se administra el colircusi ciclopéjico y entra en una suerte de ruleta rusa de consecuencias imprevisibles para su ojo.
b) La paciente no hace caso de su vecina que sabía demasiado y rechaza su ofrecimiento. En este supuesto la paciente actúa con sentido común al NO cambiar la prescripción médica y retirar su medicación.
c) La paciente decide no administrarse el medicamento pero se lo coge a su vecina para no disgustarla. Misma situación que en el supuesto B.

d) La paciente consulta a su médico o farmacéutico y espera a ver qué le dicen para actuar. Este supuesto fue el que sucedió. La paciente, ante la duda consultó, en este caso en la farmacia. Esta es la actuación correcta en caso de dudas con el uso de los medicamentos: consultar al farmacéutico o al médico.

Hay algún supuesto más, pero con estos me vale para el propósito de la entrada, que no es otro que hacer un poco de pedagogía sobre la afición de los españoles en transformarse en Severo Ochoa y dar consejos de medicina basándose en experiencias propias, ajenas o en lo que dice internet o los medios de comunicación.
El final de la conversación, como podéis imaginar, versó sobre los problemas que podría acarrear la administración de un fármaco no prescrito sobre el ojo recién operado de cataratas de la paciente. Advertí a la hermana y le dije que hiciera partícipe del comentario a la paciente. La vecina me la “reservé” para otra ocasión. No para ensañarme con ella, sino para explicarle los peligros de lo que ella hizo y pedirle, por favor, que no vuelva a hacerlo para evitar males mayores.
Estoy seguro que si preguntamos a cualquier farmacéutico, médico o enfermero de este país sobre lo que acabo de relatar todos darán una respuesta más o menos similar “A mí eso me pasa con frecuencia”, es más, probablemente añadan el “con mucha frecuencia”. Pacientes, cuidadores y familiares deben/debemos, extremar las precauciones a la hora de utilizar los medicamentos. No son un juguete y, además de sus efectos adversos, pueden acabar provocando resultados negativos si no son indicados por el farmacéutico o prescritos por un médico. Por ellos no se debe recomendar un medicamento como si estuviéramos hablando de un caramelo o de una receta de cocina. Los profesionales sanitarios estudiamos durante años para, entre otras actividades, intentar estar preparados para prescribir, conservar, elaborar, dispensar, recomendar o actuar con los medicamentos. Hagamos un uso responsable de los medicamentos y no los tratemos como meros objetos sin consecuencias porque son peligrosos. Es tarea de todos.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Pin It on Pinterest

Share This